Mi aventura en AIESEC es excitante al igual que inesperada.
Todo empezó el día que, por casualidad, conocí eso de "AIESEC". Durante un congreso sobre Posibilidades de Empleo en el exterior, organizado por ellos mismos, me pregunté: ¿Qué era eso de AIESEC?
Pronto supe que eran una asociación dedicada a intercambios en el extranjero mediante prácticas (profesionales o de voluntariado).
Después de realizar mi análisis DAFO, sin comerlo, ni beberlo, a los pocos meses estaba poniendo rumbo a la que sería una de las mejores aventuras de mi vida: POLONIA.
Llegué a Lublin (Poland) con la hiperactividad de un niño de 5 años, a la vez que cansado, dado que llevaba muchas horas sin descanso y un viaje interminable desde Kraków.
Lo que más me impactó y no olvidaré jamás, es esa pancarta de bienvenida que portaba Karina, Dominika y compañía, acompañados por globos. Era como si ya me conociesen de toda la vida, y ese miedo que tenía a lo desconocido, a la incertidumbre, se desvaneció tras aquellos andenes de la estación de tren.
Lo siguiente fue conocer a las que serían mis dos nuevas compañeras de piso para mis dos primeras semanas en la ciudad. Patrycja y Karolina me trataron como a un polaco más (no solo por la cerveza y vodka que me ofrecían, sino también su cultura, su gente, su gastronomía...).
Organizaron una fiesta de bienvenida y conocí a mucha gente.
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Lublin (Old town) POLAND |
Uno de los problemas que aparecieron de repente fue la sensación de estar perdido, de no ser realmente yo en cuanto a la sociabilidad. El inglés era algo que me limitaba mucho a la hora de relacionarme, pero no tardé en espabilarme y sé que de no ser por esta experiencia, no me habría soltado tanto a la hora de hablar en inglés.
Y hasta aquí, ¿por qué razón estaba yo en Polonia?
Mi misión cambió completamente el primer día de clase. Mi labor consistía en dar clases a niños de 3 a 17 años en colegios de la zona. Mi docencia se basaba en el intercambio de cultura, idioma, tradiciones y costumbres de España.
Pero me di cuenta de que mi misión, además de todo lo anterior, era dar felicidad, motivación a esos niños, y lo mejor fue que yo recibí más de lo que yo pude dar.
Esa sensación cuando te dabas cuenta de que impactabas tanto en ellos, esa sensación cuando disfrutabas con ellos, esa sensación cuando recibías el cariño de aquellos "pequeñajos" no tenía precio.
Aclarar que yo me fui de voluntariado unas 7 semanas. Me daban la manutención, la estancia, y me pagaban el transporte. Yo no tenía un sueldo, pero mi trabajo lo cobraba con sonrisas, y una sonrisa de un niño es la mejor moneda de cambio que existe en el mundo.
Lo que más me alegraba de mi trabajo, además de disfrutar con los niños, era la facilidad que mi proyecto me daba de visitar colegios de otras ciudades y pueblos como Nowodwór, colegios OAZA de la zona de Chełm, Firlej...
Era una forma fácil de viajar, visitar nuevos lugares y vivir nuevas aventuras.
También decir que siempre trabajábamos en grupos de dos. Cada uno de una nacionalidad diferente. Mi grupo estaba compuesto por: Mo (USA), Sara (Túnez), Nataly (Ucrania), Hassan (Pakistán), Marko (Serbia), Simo (Marruecos), Destria (Indonesia) y Snow Yellow (China).
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De izq. a dcha. : Simo, Sara, Nataly, Mo, Hassan, Álvaro, Marko, Snow Yellow y Destria Putri. |
Cada vez que viajábamos dos personas juntas y vivir 3-5 días en un sitio, era una forma de conocernos más. Vivimos experiencias inolvidables como el paseo en barco con Destria por el lago Zalew Zemborzycki, el desfile de modelos con Snow (la cual no se había probado ningún vestido en su vida), o la noche de cacería de insectos con Nataly, entre otras muchas más.
Uno de esos viajes, en concreto a Firlej (województwo lubelskie) fue donde descubrí al verdadero pueblo polaco y a gente maravillosa ( amigos para toda la vida). No hay ningún día que no sepa de ellos, o hable con ellos (gracias a las nuevas tecnologías).
La gente era super amable, acogedora, servicial, lo que viene siendo una gran comunidad. Me contaron que el pasado invierno hubo una serie de tormentas que destrozaron varias casas del pueblo, incluida la pequeña iglesia. Todos, absolutamente todos echaron una mano para arreglarlos. Cuando digo "echaron una mano" lo digo literalmente, trabajando en comunidad para solucionar ese problema y que este verano todo el mundo disfrutase de ese bello pueblo llamado Firlej.
Allí me di cuenta del potencial que tenía, y de que me gustaba mi trabajo. También porque los niños me ayudaron a realizar mi trabajo mas ameno. Además de que la acogida fue espectacular; Dawid y su hermana Patrycja me acogieron en su casa como a uno más de la familia. La ayuda de Paweł y Kasia en clase me sirvió de mucho e hice las clases más amenas. Muchos de mis compañeros daban clase y poco más. Yo intentaba llevarlo al aprendizaje interactivo, con juegos para que a la vez que se divertían, aprendían.
En definitiva, mi estancia en Firlej fue mejorando día a día. Paweł me enseñaba palabras polacas, gracias a Patrycja descubrí el amor por la música polaca y rusa, Kasia me enseñó lugares maravillosos (rincones de polonia que nunca habría conocido) y Dawid me enseñó a ser feliz y a disfrutar de la vida.
Otra de las experiencias que no olvidaré nunca, fue mi escapada de fin de semana a Kraków. Tuve la mejor compañía que podía tener. Muchas veces lo decía, parecíamos las Naciones Unidas. Fuimos David (USA), Hamza (Túnez), Antonio (Italia), Victoria (Ucrania), Polina (Rusia) e Isabel (España).
Nos lo pasamos genial, y nunca olvidaré todos esos momentos que pasé con ellos, como el de cantar por las calles de Cracovia, a las tantas de la noche y la gente mirándonos. Hasta pensamos en hacer un grupo musical.
Y como olvidarme de AIESEC LUBLIN (Poland). Gente muy comprometida, la cual nos enseñó a como trabajar y vivir allí, además de enseñarnos a ser amigos para siempre. Nombrar a mi buddy Justyna que me hizo las cosas muy fáciles allí (adjunto video
"Importancia de un buddy para AIESEC"), a Damian por enseñarme palabras más series en polaco, a los gemelos por despertarme por las mañanas para que no perdiese el bus, las Dominikas, Karina, Karolina, Kinga, Krzysiek, Maciej, Milena, Sandra, y muchos más. No me olvido de vosotros. Siempre recordaré esas noches de juerga en Riviera y Dom Kultury.
Sin duda, vivir esta experiencia me cambió completamente, el viajar solo, el enfrentarme a problemas y poder solucionarlos, a encontrar mi creatividad. Me di cuenta de hasta donde puedo realmente llegar, a hablar en público (hace unos meses era impensable para mí), a gestionar mi tiempo, a no rendirme nunca...en definitiva, me ha ayudado a crecer, a madurar.
Para mí, Polonia fue un lugar donde me vi muy identificado, donde la gente me trató tal y como soy, y donde descubrí que podía vencer mis temores, mis miedos. El lugar donde encontré a personas extraordinarias, el lugar donde se encuentran mis mejores recuerdos y mis mejores amigos.